martes, 13 de noviembre de 2012

CAMBIAMOS

Tal vez cambié yo, tal vez sólo cambió la forma en que me miras. Tal vez siempre fui el mismo, sólo que antes me veías distinto.

Todo era silencio y viento, escuchábamos a lo lejos el sonido y el transitar de los autos por las calles, sus luces pequeñas se movían y si alzábamos la vista, aparecían unas más comunes pero más hermosas las estrellas y la luna que compartían con nosotros la noche.

Era un silencio cómodo, a veces interrumpido por un pequeño suspiro o un resonar de la nariz. El frío y el viento de la noche rodaba por nuestros rostros y agitaban tu cabello.

Era un silencio placentero, escuchar la noche, el viento, las palabras que no decía pero que sus sonrisas y sus ojos expresaban.

La tomé de la mano, como si fuéramos novios, y nos fuimos caminando a casa, como si no hubiera pasado mucho tiempo, como si nada hubiera pasado. Ya no quise recordar la tarde en que partí.

¿Cómo fue que llegamos a ese punto?

¿Cómo fue que las caricias se convirtieron en olvido, los cariños en insultos, los besos en indiferencia?
¿Cambié yo, cambiaste tú?

¿O simplemente cambió la forma en que me veías?

Culpamos y juzgamos a las personas ignorando que tal vez nosotros mismos fuimos los que cambiamos la forma de ver las cosas.

Lo que un día amaste tal vez fue sólo una expresión efímera de mí, tal vez fue lo mismo que he hecho siempre, pero que en ese momento, te pareció diferente, mejor.

En la costumbre y en la monotonía de vivir juntos nos fuimos perdiendo de aquellas caricias, de la aventura de buscar el momento de estar solos.

Quise cambiar por ti y terminé perdiéndome a mí, a ti y a nosotros mismos.

Hasta la noche en que nuestra soledad nos llevo por separado y coincidimos en el único lugar donde aún podemos estar juntos, en nuestros sueños.

Vuelves a mi justo en el momento en el que comienzo a recordarte, pensando en que cambiaste.

La misma historia de siempre, pero cierta, tal vez muy común, vuelves a mi justo cuando ya he cambiado. Cuando ya he aprendido a vivir sin ti.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

SUS OJOS Y SU VOZ


¿Han tenido la sensación de estar en el lugar indicado, a la hora correcta?
Cuando me encuentro en sus ojos y en su voz, al hablarme, al pronunciar mi nombre, al mirarme; lo siento.

Estoy donde debo estar, donde si me buscan, siempre me van a encontrar. Estoy en el lugar donde el tiempo no camina, no transcurre, simplemente nos sucede y el corazón late más de prisa.

Sé que no hay lugar más perfecto; ahí doy vueltas, brinco, respiro, amo, soy yo mismo, VIVO.
Estoy en el lugar donde no hay secretos, donde la verdad no se puede disimular, estoy en sus ojos y en el mismo misterio que guarda su mirada, en su voz, en su maravillosa voz y lo apasiguante de su melodía. 

Solo sonrío, me encanta la incertidumbre del no sé por qué, cuando me mira y cuando me habla.

No hay mejor cámara fotográfica que sus ojos; qué dicha estar en alguna de sus fotografías...

No hay mejor canción que las suyas, que dicha poder oírla; pláticar, hablar... cantar.
Si cambio de dirección, caigo o me levanto sus ojos me siguen, van a donde yo voy.

Si por momentos me pierdo, en su voz me encuentro y en sus ojos veo el camino.

Un flash y ahí estoy, en esa nueva captura.

Estoy donde pertenezco, donde debo estar.
Un susurro y ya está, aparezco, me siento en paz.

Sus ojos brillan, tienen luz propia, son intensos, tienen un mar inmenso que en momentos se desborda y otras tantas se contiene.

En sus ojos y su voz existo, hay algo que me apasigüa que me inunda, en sus ojos, en su voz, sé que estoy a salvo.
Aunque disimulo y aunque no lo hago muy bien, en su voz hermosa y sus penetrantes ojos, me encuentro y nunca se detienen... de ellos no puedo, ni quiero huir.
Al despertar se abren sus ojos, se afina su voz, se cruzan, hay una magia; chiquita y perfecta.

Y es así como al transcurrir el día, cuando me mira o cuando me habla...

Justo en ese momento, es cuando estoy en el lugar indicado y en la hora correcta.

viernes, 21 de septiembre de 2012

ASÍ QUIERO YO UNA NOVIA


Quiero un novia que solo ante mis ojos sea la más bonita, la más inteligente y muy cariñosa. 

Que no sea una zorra pero que tampoco sea una santa. 
(Ustedes me entienden). 

Una novia que no me salga defectuosa, de esas a las que les duele todo, y a todas horas. 

Una novia que me cuide cuando esté enfermo y sonría conmigo cuando esté feliz.

Una novia que sea sincera y me divierta.
Que tenga un brillo simpático en los ojos cuando me mire, y que crea que soy el más apuesto del mundo. (Aunque no lo sea)

Una novia que no se ponga celosa cuando le llame a mis amigas por su cumpleaños. Que tenga la sonrisa perfecta cuando le diga: “¡Que guapa estás!”.
Una novia que, cuando le diga que no quiero hablar ahora por teléfono lo entienda, aunque esto no suceda, y que no haga berrinches si le marco 10 minutos más tarde de la hora que dije que lo haría.

Una novia que me dé mi espacio...

Una novia que cuando nos miremos fijamente a los ojos no me pregunte “¿Qué?”, porque ya sabemos qué.

Una novia que no me pregunte si se ve gorda porque ya sabe que siempre le voy a decir que no, porque a mí no me molestan esos pocos kilos de más.

Una novia que si le digo que no podía hablar por teléfono porque estaba salvando al mundo, no haga preguntas y simplemente me me crea.

Una novia que cuando me bese, mi mundo se calme.

¡Una novia para tener sexo a todas horas, que si me duermo antes que ella, o ella despierta antes que yo, me haga maravillas con la boca!

Una novia que siempre piense en mí y siempre me tenga en cuenta. Que me anticipe los besos, y que me los dé aunque yo no se los pida...
Pero sobre todo, una novia que sea feliz conmigo porque me quiere, porque yo no pido una novia perfecta, yo sólo pido una novia qué, aun sin estar, siempre esté y que todo lo que me haga, la haga inolvidable... que me acepte como soy, que no trate de entenderme...

ASÍ QUIERO YO UNA NOVIA.

UN DÍA EN FRENTE DEL ESPEJO.


Así que un día me encontré a mí mismo frente al espejo gesticulando, revisando si se me salían los vellos de la nariz, si me había salido bigote y ensayando mis sonrisas, improvisando lineas para presentarme y saludar, pensando en temas de conversación, en las posibles respuestas y en las reacciones que tendría.

De repente, un recuerdo golpeó mi mente y me pregunté entonces dónde habrán quedado los días en que de manera natural saludaba e improvisaba una charla amena con cualquier mujer.

Cómo esos tiempos de niñez, cuando en la buseta me sentaba al lado de una chica y comenzaba a leer mis poemas en voz alta, sin importar lo raro que me vieran, tal vez con toda la intención de que así fuera.
De regreso a mi imagen en el espejo, muchas preguntas surgieron en ese momento, pero todas dirigidas hacia lo mismo: ¿qué pasó con nosotros, con la comunicación?
Nos encontramos amando y esperando un estímulo virtual de aquel amigo o amor remoto, distante, atrapado detrás de una pantalla, de una fantasía, de un sueño que se sueña despierto pero a la vez ensimismado y ausente de la vida cotidiana.
Dejamos (sin darnos cuenta) de brindar atención en las personas que nos rodean, buscamos cada oportunidad y cada tiempo para volver aquí, para saludar a los amigos, para sentir que le importamos a alguien, a ese alguien que está lejos, que no nos conoce, que nunca lo hará.

Y mientras eso pasa, dejo morir la sonrisa que estaba ensayando en el espejo y me sorprendo ahora limpiando una lágrima de mis ojos. Pero qué voy a saber yo de eso, si me alegro cada vez que tengo nuevos y más lectores, gente que me quiera escuchar mientras yo mismo cierro mis oídos a quien me habla, a quien me ama.
Apago la computadora... y me dispongo entonces a salir así, sin guión ni ensayo a mi encuentro.