Todo era silencio y viento, escuchábamos a lo lejos el sonido y el transitar de los autos por las calles, sus luces pequeñas se movían y si alzábamos la vista, aparecían unas más comunes pero más hermosas las estrellas y la luna que compartían con nosotros la noche.
Era un silencio cómodo, a veces interrumpido por un pequeño suspiro o un resonar de la nariz. El frío y el viento de la noche rodaba por nuestros rostros y agitaban tu cabello.
Era un silencio placentero, escuchar la noche, el viento, las palabras que no decía pero que sus sonrisas y sus ojos expresaban.
La tomé de la mano, como si fuéramos novios, y nos fuimos caminando a casa, como si no hubiera pasado mucho tiempo, como si nada hubiera pasado. Ya no quise recordar la tarde en que partí.
¿Cómo fue que llegamos a ese punto?
¿Cómo fue que las caricias se convirtieron en olvido, los cariños en insultos, los besos en indiferencia?
¿Cambié yo, cambiaste tú?
¿O simplemente cambió la forma en que me veías?
Culpamos y juzgamos a las personas ignorando que tal vez nosotros mismos fuimos los que cambiamos la forma de ver las cosas.
Lo que un día amaste tal vez fue sólo una expresión efímera de mí, tal vez fue lo mismo que he hecho siempre, pero que en ese momento, te pareció diferente, mejor.
En la costumbre y en la monotonía de vivir juntos nos fuimos perdiendo de aquellas caricias, de la aventura de buscar el momento de estar solos.
Quise cambiar por ti y terminé perdiéndome a mí, a ti y a nosotros mismos.
Hasta la noche en que nuestra soledad nos llevo por separado y coincidimos en el único lugar donde aún podemos estar juntos, en nuestros sueños.
Vuelves a mi justo en el momento en el que comienzo a recordarte, pensando en que cambiaste.
La misma historia de siempre, pero cierta, tal vez muy común, vuelves a mi justo cuando ya he cambiado. Cuando ya he aprendido a vivir sin ti.
¿O simplemente cambió la forma en que me veías?
Culpamos y juzgamos a las personas ignorando que tal vez nosotros mismos fuimos los que cambiamos la forma de ver las cosas.
Lo que un día amaste tal vez fue sólo una expresión efímera de mí, tal vez fue lo mismo que he hecho siempre, pero que en ese momento, te pareció diferente, mejor.
En la costumbre y en la monotonía de vivir juntos nos fuimos perdiendo de aquellas caricias, de la aventura de buscar el momento de estar solos.
Quise cambiar por ti y terminé perdiéndome a mí, a ti y a nosotros mismos.
Hasta la noche en que nuestra soledad nos llevo por separado y coincidimos en el único lugar donde aún podemos estar juntos, en nuestros sueños.
Vuelves a mi justo en el momento en el que comienzo a recordarte, pensando en que cambiaste.
La misma historia de siempre, pero cierta, tal vez muy común, vuelves a mi justo cuando ya he cambiado. Cuando ya he aprendido a vivir sin ti.