Ya no son diez y pico son veinte y pico... Y un año más.
No soy tan valiente como para conformarme con lo mismo que todos los demás. Un trabajo que odio pero bien pagado, un sueño de vida reducido, apagado por las cuentas que debo pagar como, las tarjetas y los servicios.
No soy tan valiente para conformarme con personas a medias, con amistades convenencieras o relaciones de las que no aprenda. No puedo y no quiero vivir una vida aburrida, una en donde nacer, crecer y reproducirse sea el todo.
No puedo y no quiero alejar la incongruencia de mis días, de mis mañanas y de mis noches. Quiero ser incongruente, quiero contradecirme y perderme en mis propios caminos, pero quiero hacerlo desde mi experiencia, no desde mi inconsciencia. La única forma en que sé hacerlo es siendo total, es entregándome tal y como soy a la vida, a las personas y a la existencia. Esa única forma es compartiendo cada parte de mi ser contigo que me lees, con ella que me quiere, con él que me desprecia; con todos los que me rodean.
Y es entregándome con amor, odio, valentía, miedo, pero esencialmente con el alma, pues si no soy quien soy, ¿de qué me sirve compartir todo lo que tengo? ¿De qué carajo me sirve estar vivo?
Hay tantas experiencias y nosotros elegimos venir al cuerpo para reír, llorar, besar, gritar, ser feliz y hasta sufrir. Lo elegimos sin condicionamientos y sin juicios puesto que todo lo que ocurre en esta experiencia es simplemente perfecto.
Gracias a los que me leen desde hace tiempo, a los que de vez en cuando se identifican y a los que no saben ni por qué se topan con mis textos. Gracias a los que detrás de esa pantalla se toman el tiempo de dar una leída, pero sobre todo, gracias a la existencia por poner las letras en mi vida, por dejarme ser un conducto para que esas mismas letras tomen forma y expresen algo.
Un año más les agradezco.
Esta vez tendré el año que deseo, pues lo merezco.