sábado, 11 de enero de 2025

Sin mirar atrás.

Nunca la volví a ver, dejó su mirada, su extraña risa y su peculiar forma de dormir en mis recuerdos, sus ganas de escapar los fines de semana y ese tomate con burrata que tanto adoraba. Dejó deshecha la cama y mi corazón, dejó un vacío, se fue sin darme un último beso, sin entender que el miedo no es amor, que nunca lo ha sido y jamás lo será.

Se fue así como se van las palabras, como se va la brisa del mar cuando estás sentado en la orilla de la playa, se fue, nunca más la volví a ver, nunca más la volví a pensar, dejó un hueco en todos nuestros planes, cenas, viajes y noches en donde nos fundíamos en un abrazo que duraba toda la noche.

Pudo callarme las letras a besos, a sexo, pudo desnudar sus inseguridades y confiar en el amor que había para dar pasos en el abismo, prefirió cerrarse a todo lo que el compromiso y la palabra familia implica, eso que es personal y que se le da a quien queremos llevar para siempre a nuestro lado, ese que podría parecer una perdida de individualidad pero al final resulta ser la mayor entrega, en la que una soledad se funde con la de alguien más para convertirse en un eterno recuerdo, en mi caso, recuerdo de felicidad, que no termina de irse.


(No sé si fue felicidad o dependencia emocional como lo dice mi terapeuta)

Se fue sin preocupaciones, se fue para nunca regresar, dejó claro que no le interesaba estar aquí, por fin se me fue la maldita necesidad de tenerte en mi vida, esa exigencia emocional de crear una historia contigo, se fue para recordarme que la tranquilidad llega cuando estás en paz contigo mismo, se fue, así, sin mirar atrás.

Un rápidito para practicar y refrescar.

 Como me hubiera gustado decirle cuánto la pienso, y nos pienso. Y es que, de vez en cuando imagino historias en donde ella es la protagonista de un sin fin de cenas románticas en lugares como Madrid o Paris, en las que compartimos nuestro café favorito y mi fascinación por cualquier tema espiritual o sobrenatural. Historias en las que disfrutamos esas escapadas a cualquier lugar donde vendan comida típica de Venezuela o que vendan carne término medio, en donde ella es el personaje principal de mis buenas intenciones, y también de las que erizan la piel hasta el punto en que te conviertes en la nada.

Me hubiera encantado recordarle lo hermosa que tiene el alma, y la mirada, que cambia de color según su estado de ánimo. 

Quería decirle algunas verdades de esas que se sienten cuando la tengo cerquita, cuando le miro los labios como si estuviera frente a un Toyota Ch-R y me quedo con ganas de cerrar los ojos para besarla.

y es que a veces, mientras miro a Emma, mientras hace sus quehaceres o juega frente al ordenador, pienso lo único que nos hace falta son huevos para decirle a alguien lo que realmente sentimos.